Historia
Más de 100 años de Historia del Club
Nacimiento y consolidación de un club
Por José Luis Rubiera Fernández
El fútbol irrumpió al inicio del
pasado siglo en Gijón de la mano de jóvenes de la emergente burguesía
local que estudiaban en el extranjero. Posiblemente menos relevante,
pero nunca desdeñable, sería poco después para los trabajadores el
logro de los domingos, que pasaban a ser días no laborables.
Quizás por todo ello el fútbol ha tenido siempre mucho de componente
social, capaz de abrir mil debates como escudriñador eterno de la
sociología de las masas. No falta quien postula desde su base más
antropológica el concepto tribal que lo rodea y la evolución de una
sociedad que cambia conceptos bélicos por otros más pacifistas, propios
de este deporte-espectáculo: competitivo, pero reglado y sumido a la
decisión final de un árbitro.
Avanzado ya el concepto inicial, la gran pregunta sería: ¿Por qué el
Sporting? ¿Cuáles son las claves de que haya perdurado al punto de
convertirse en centenario? Posiblemente por la suma de muchas
circunstancias.
En unos casos le fueron propias y en otros, ajenas. La gran verdad es
que los inicios rojiblancos saben a olas, a verano y a chiquillería. Anselmo López
recordaba de su niñez cuando veía jugar al fútbol a aquellos
estudiantes que en sus regresos vacacionales traían balones,
indumentarias y reglas del extranjero con las que se aplicaban sobre
los arenales de la playa de San Lorenzo o en los campos abiertos de los
alrededores de la ciudad.
Mientras Adaro Magro trataba de dotar al Musel desde la Junta de Obras
de una infraestructura que permitiera consolidar industrialmente a
Asturias, su hijo y futuro ingeniero, cuya formación académica llevaba
a cabo en Alemanía (antes en Suiza), Adaro Porcel, introducía las
primeras reglas del novedoso 'sport', a caballo entre los siglos XIX y
XX, ajeno a que al paso de los años el que sería su hijo, Adaro
Ruiz-Falcó, nieto del primero, reinventaría una Feria de Muestras que
se articularía como el gran escaparate de la región y en la que el
Sporting fue el gran protagonismo en el verano de su Centenario con una
magnífica exposición en el pabellón municipal que batió todos los
récords de expectación y de visitantes.
No deja de ser más que un ejemplo vertebrado a través de un apellido,
pero el mismo nos revela someramente cómo han evolucionado una región y
una ciudad entrelazadas con el nombre del Sporting, quizás porque el
club rojiblanco siempre ha sido el principal espejo de su entorno
social. Ahí precisamente ha radicado su perdurabilidad, apegado a los
colores de la matrícula marítima como génesis de su propia estética.
Escrito está que 'el Real Sporting es el carisma de un club de fútbol
que evoca a Gijón, con especial eco en el resto de Asturias, donde se
le reconoce su especial carácter representativo. Con El Molinón como
incomparable escenario, la historia más reciente de la entidad
rojiblanca se enuncia asimismo a través de Mareo, toda una filosofía
del deporte capaz de generar futbolistas de primera línea
internacional'.
Pero
la pregunta necesita insistencia ¿Por qué el Sporting y no el Gijón
Sport o la Sportiva?,los otros dos grandes clubes de inicios del pasado
siglo. Es cierto que la respuesta requiere todavía de muchos más
matices, aunque el primero a precisar es que el Sporting siempre fue de
menos a más y creció con la naturalidad con la que lo hacen los niños,
al mismo paso que lo hacían Fernando Villaverde, sus hermanos y sus
amigos. Al poco, los años acabaron por perfilar en el deporte a unos
adolescentes que por la propia ley de la vida se convirtieron en
adultos, y adulto paso a ser también el propio club. De haber
prosperado en 1911 la fusión entre el entonces renacido Gijón Sport y
la Sportiva el rumbo del fútbol local podría haber sido muy diferente,
pero no prosperó esta agrupación de fuerzas deportivas. Los primeros
desaparecerían y los segundos acabarían integrándose en el Sporting,
liderados por De la Puente. No tardaría en llegar la creación de la
Federación Asturiana, auspiciada por el propio Sporting, lo que acabó
por consolidar aún más la supremacía del club rojiblanco.
Desde entonces, víctima o dueño de
mejores y peores ciclos, de victorias y derrotas, alegrías y tristezas,
pero siempre cargado de un arraigado sentimiento, Gijón hizo suyo al
Sporting y el Sporting, a Asturias.